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Hotel Lima (Miguel Ildefonso)

Mesa Redonda

Publicado: 2016-11-05


A mediados de los 80, el rock estadounidense se vio ante una situación que marcaría el destino de su industria. El Centro de Recursos Musicales de Padres (PMRC) logró que se colocara en los discos que contenían letras con lenguaje vulgar y explícito una etiqueta que advirtiera a los padres el tipo de música que sus hijos iban a escuchar. Más allá de reflexionar si dicha medida fue pertinente o no, traigo a colación ese hecho pues me vino a la mente luego de leer el libro Hotel Lima (2006) de Miguel Ildefonso. Y es que, como algunos ya lo sabrán, cuando se publicó este libro hubo quienes pretendieron iniciar un debate sobre si esta obra era una novela o no. 

Recordemos que Hotel Lima fue publicado hace diez años y quizás por entonces la narrativa peruana era demasiada encajonada para darle siquiera el beneficio de la duda a un libro ambiguo que tenía otras pretensiones. En la misma portada, tímidamente (pequeña y en letra script) dice - como no queriendo la cosa - que lo que vamos a leer es una novela. Y desde mi punto de vista, sí lo es. Efectivamente, sucede poco en su mundo real, mencionándolo como advertencia a los futuros lectores ya que para los que aún no aceptan la legitimidad del uso del nombre novela, sería necesario, ahora sí tengo que decirlo, sobre esa nota de advertencia que mencionaba líneas arriba. Una que debe decir en todo libro que introduzca la prosa poética dentro de un cuerpo narrativo: Advertencia de contenido, poesía explícita. 

Lo desarrollado en Hotel Lima no proviene directamente de lo externo, sino desde la visión del personaje que introspectivamente va desgranando sus emociones, experiencias sexuales, sus visiones oníricas, etílicas, recuerdos de infancia ante estímulos que justamente provienen de una desesperada búsqueda de un camino que el Maestro Humareda le podría enseñar.

Etiqueta para libros de novela con explícita carga poética

La poética narrativa con la que descubrimos al personaje es asfixiante, de figuras interminables solamente interrumpida por la ciudad violenta entre explosiones, luces diurnas, melodías, figuras femeninas que extravían o simplemente un techo descascarado. Aquello nos deriva hacia diferentes dimensiones narrativas, entre el drama, los monólogos, los diálogos alucinados con personajes literarios que deambulan etéreamente entre la tristeza y la melancolía de Dante, el personaje que hace el viaje poético en el que consiste la trama de Hotel Lima. Sin embargo, es advertido que ahí no encontrará respuestas. El Maestro imaginario rechaza su búsqueda desesperada: “Es solamente mi verdad. No hay imagen ni semejanza de nada. Por eso yo no voy a curar tu dolor. Eso lo dejo para los charlatanes. Aunque llegues a creer totalmente en mí o en lo que dicen las palabras, llegará el momento en que dudes de todo. El lenguaje cansa y finalmente me matarás”.

Ildefonso agota el lenguaje, exprime sus posibilidades en figuras descriptivas de fuste pues coloca a todos sus demonios visualizados como amantes - así tenemos a Silvia, Beatriz, Laura, Emma -  o con diálogos realmente logrados usando imágenes simbólicas del pintor Humareda, como la de Marilyn y el Arlequín, sin perderse en divagaciones y argumentos innecesarios.

Es cierto que el paisaje refleja la marginalidad de un individuo tan inmerso en la tristeza citadina pero a la vez arraigado profundamente a ella. Humareda y Dante se confunden en angustias claustrofóbicas y descarnadas,  encaminándolos a ese viejo y oscuro Hotel Lima donde ambos se embriagaban para adentrarse en sus secretos de vida y de ciudad, plasmado en el “Libro”, escrito por el personaje principal y el que terminará por extraviarse a voluntad.

A través de los cuatro actos que componen Hotel Lima, Ildefonso se arriesga a contar la historia de un autodescubrimiento destructivo. En donde Dante al final decide salir del “vientre de ballena” que había sido la habitación 283, al perder en sí mismo toda la lúgubre luz de una vela ya extinta. Y así caminar por el desierto hasta encontrarse con una iluminación. Imagen que me recuerda a Jonás descrito por Gastón Bachelard al hablar del cuadro La Biblia de Marc Chagall, en esta él nos dice:

“¡Cuántas veces desde que tengo el libro de Chagall en mi habitación de flancos cubiertos de libros, no he vuelto a alimentar mi ensueño con las imágenes de Jonás! (…) El cetáceo está allí, unas veces más pequeño que el Profeta, otras dirigiendo al náufrago. Así lo exigen los ensueños que juegan hasta lo indecible con la dialéctica del continente y del contenido. ¿No es también el mar por sí solo un pez gigantesco? Jonás realmente se hunde en las aguas. Desde el primer naufragio, fue el mundo de las aguas el que engulló al Profeta: “Me envolvían las aguas hasta el alma, me cercaba el abismo, una alga se enredaba a mi cabeza (Libro de Jonás, II, 6). Pero, desde el fondo de aquel sepulcro marino, desde el fondo de aquella tumba viva que es el pez engullidor, Jonás ruega al Señor. El vientre de la ballena es un oratorio.

Entonces llega el momento en que Jonás abandona el mundo de las escamas para ser arrojado sobre la playa de arena. Jonás regresa con los hombres y empieza su destino de Profeta y Chagall no los muestra cuando corre a Nínive para llevar allí la palabra de Dios”.

La caótica e idealizada representación emocional de Dante y Humareda se desmoronan con la imagen de ciudad marginal donde conviven, pues uno se pregunta: ¿cómo acallar el ruido de ciudad con el ensordecedor y poético vacío del color? Y claro, ¿dónde hallarlo? si se decía a sí mismo, en uno de los alucinados discursos:

“Si tú vieras esos rostros cayéndose a pedazos, bloques de pintura ocultando viejos recuerdos que a su vez ocultan olvidados sueños, todos marchitos, resquebrajados entre el ensordecedor ruido de Lima. Porque en ese tránsito de humo, si tú vieras esas capas de tiempo superpuestas derrumbándose en la tarde nublada que quiere perderse en cada paso y desnudando el elemento sagrado de mi sexo como un prófugo deseo sin ir a ninguna parte, ávido de todo cuerpo blandido en el amor, caminando bienaventurado entre los que yacen tirados en las veredas, en las plazas meadas, sin mirar atrás, obnubilado con la visión que espero en cada calle porque me encuentro solo, porque no espero nada de esta realidad sino una vida más real, abrir los párpados limpiamente a través de la ventana del Hotel, ser en ese instante de percepción el leve deseo que mueve las demás acciones con ese denso impulso quemado bajo el rumor hueco de la tarde, entre el comercio callejero, semáforos de la miseria oliendo a sobacos, músicas estrepitosamente arrojadas por los parlantes, como en un barco en altamar frente al sol rojo”.

Lo gris de la ciudad acoge esta no-novela  - parafraseando a Ildefonso -  que al igual que la no-poesía, detona una bomba poética dentro de la narrativa descriptiva y realista. El mundo de Hotel Lima es de ensueño turbio, ebrio y oscuro. Es como si Gastón Bachelard hubiera escrito el Bajo el Volcán de Lowry, porque podríamos agregar este libro a otro de sus textos como los de “la imaginación y la materia” en los que compenetra los elementos con los sueños. Entonces, ¿qué diríamos de este libro?: ¿El pintor y los sueños? ¿el poeta y los sueños? ¿Humareda y Dante y los sueños?

La imaginación poética se desborda en esta novela de Ildefonso, remece la estructura de la rigidez narrativa para diluirla con su poesía renovada, porque más que muestra, ensueña y nos confirma lo escrito por Bachelard:

“La imaginación inventa algo más que cosas y dramas, inventa la vida nueva, inventa el espíritu nuevo; abre ojos que tienen nuevos tipos de visión. Verá si tiene “visiones”. Tendrá visiones si se educa en las ensoñaciones antes de educarse de experiencias, si las experiencias vienen después como pruebas de esas ensoñaciones. Como lo ha dicho D´Anunzzio: “Los acontecimientos más ricos no llegan mucho antes de que el alma se dé cuenta. Y cuando comenzamos a abrir los ojos sobre lo visible, ya éramos desde mucho tiempo atrás adherentes a lo invisible.

En esta adhesión a lo invisible consiste la poesía primera, la poesía que nos permite tomarle el gusto a nuestro destino íntimo. Nos da una impresión de juventud al concedernos sin cesar la facultad de maravillarnos. La verdadera poesía es una función de despertar”.

En Hotel Lima llegan las ensoñaciones antes que la experiencia, la ciudad, el pintor, sus demonios, las calles, los individuos. El personaje toma lo sensitivo para que le permita abrir los ojos ante un mundo que no llega a alcanzar.

Datos

Título: Hotel Lima

Autor: Miguel Ildefonso

Nacionalidad: Peruana

Editorial: Mesa Redonda

Año: 2006

Páginas: 152


Escrito por

Carlos E. Luján Andrade

Carlos E. Luján Andrade (1978) autor de El Comedio del Breñal (Mesa Redonda) y del poemario Soundtrack / Miles de Misiles, entre otros.


Publicado en

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