Sin duda la edición de este libro trajo más que mi atención sino también mi curiosidad por enterarme de lo que podría haber dicho este gran poeta peruano en una entrevista, y la ansiedad es debido a que su conducta fue huraña y aislada; hombre de una personalidad casi inexpugnable como algunos de sus poemas. Martín Adán o Rafael de la Fuente Benavides (1908-1985), su nombre real, fue de esos poetas que vivieron en la poesía, aquellos que hicieron de esta su principal mundo, haciendo del real simplemente una desagradable distracción. Él se recluyó por 17 años en el manicomio Larco Herrera: “Fui en busca de la cordura que me hacía falta. Además, yo siempre he sostenido que los cuerdos están en el manicomio y los locos en la calle”, saliendo de ella también cuando deseaba un trago. Tal aislamiento era por su necesidad de soledad ya que la consideraba vital: “Es un estar uno consigo mismo y el disponer de tiempo no interrumpido para la meditación y el trabajo. En fin, la soledad es para mí lo que es la soledad para quien la elige libremente”. No le importaba lo que pudieran pensar de él, pues si alguien deseaba saber sobre quién era Martín Adán, ahí estaban sus textos. En este libro podemos apreciar lo escueto de sus respuestas y su indiferencia a las necesidades de los entrevistadores. El poeta nunca simpatizó con los periodistas pues para él ellos lo lastimaron: “Jamás quisieron respetar mi voluntad e insensibles ante mi dolor no escucharon mis ruegos ni los de los médicos y enfermeras… Sus fantasías son más grandes que las mías y lastiman a seres que sufren y piensan”. 

En estas entrevistas no se devela nada, sus declaraciones son tan desconcertantes como lo fue su personalidad, quizá lo que muestra esta recopilación son los intentos infructuosos de los periodistas por extraerlo de su mundo poético para insertarlo en el racional del que él mismo huyó hace muchos años. Memorable es su poemario Escrito a Ciegas como respuesta a una fallida pregunta sobre su vida “Si quieres saber de mi vida. / Vete a mirar al Mar”… “Tú no sabes nada, / Tú no sabes sino preguntar”.

La sensación final que otorga la lectura de este libro son los desafortunados esfuerzos de entrevistadores que desearon involucrarse en el diálogo que tenía el poeta consigo mismo y al que nunca fueron invitados.