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El Guardián entre el Centeno (J.D. Salinger)

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Publicado: 2013-09-07


La lectura de este libro ya cuando uno pasa los treinta años tiene una dimensión distinta de cuando se hace en la adolescencia porque permite apreciar al personaje sin los apasionamientos en los que uno caería si es que comparte la serie de reclamos que su personaje principal hace. Holden Caufield, de 17 años, es expulsado de su escuela por malas calificaciones y hace un viaje de regreso a su hogar en el que no saben aún de su separación. Aprovecha el dinero ahorrado para vivir unos días de falsa adultez antes de llegar a su casa.

La historia es muy conocida, así que me limitaré a mencionar el carácter de sus observaciones, y en estas se aprecia una reiterada lástima hacia quienes describe: el viejo profesor de historia, de su compañero de cuarto, del par de mujeres treintonas que buscan encontrar a algún actor de cine en un bar, a la amiga a la que la invita al teatro, en fin. Sus observaciones parten del hartazgo, de no querer ser lo que esperan que sea, un sentimiento eminentemente adolescente del que es muy lúcido pues se resiste a ser integrado al sistema que tanto desprecia, porque en esa pena que siente por los individuos que le rodean, expresa la idea de que el resto son seres humanos echados a perder. En un pasaje le propone a su amiga Sally irse de viaje para ir a Massachusetts y a Vermont, vivir en una cabaña hasta que se le acabe su dinero y luego iría a buscar un trabajo, ante eso la muchacha le dice que mejor sería hacerlo una vez que salgan de la universidad. Holden deprimido, le responde que luego todo será diferente:

“He dicho que no, que no habrá sitios maravillosos donde podamos ir una vez que salgamos de la universidad. Y a ver si me oyes. Entonces todo será distinto. Tendremos que bajar en el ascensor rodeados de maletas y de trastos, tendremos que telefonear a medio mundo para despedirnos, y mandarles postales desde cada hotel donde estemos. Y yo estaré trabajando en una oficina ganado un montón de pasta. Iré a mi despacho en taxi o en el autobús de Madison Avenue, y me pasaré el día entero leyendo el periódico, y jugando el bridge, y yendo al cine, y viendo un montón de noticiarios estúpidos y documentales y trailers. ¡Esos noticiarios del cine! ¡Dios mío! Siempre sacando carreras de caballos, y una tía muy elegante rompiendo una botella de champán en el casco de un barco, y un chimpancé con pantalón corto montando en bicicleta. No será lo mismo…”

En la incomprensión se refleja la esperanza de ser un individuo de acuerdo a sus expectativas pero que sin embargo el vivir dentro de su sociedad le hace imposible serlo; desea enmudecer, apartarse, no tener necesidad de decir nada ni necesitar a nadie porque sabe que en eso está el inicio de ser lo que tanto detesta, un adulto y anhela quizás ser aquél que evita que los seres humanos -en su niñez- no caigan al abismo que representa la adultez. En una conversación con su hermana pequeña, Phoebe, ella le pregunta con insistencia sobre lo que desearía ser en la vida, y Holden medita parafraseando un poema del romántico Robert Burns, diciéndole que él imagina a miles de niños que juegan entre el centeno y él se encuentra al borde del precipicio y su labor sería evitar que ellos se caigan.

Salinger hace eso con este libro, es un guardián que nos avisa de los riesgos de la adultez visto con los ojos de un adolescente, uno que pudimos ser. Aquél que ve la vida como posibilidad y no como resignación. Al final del texto asumimos lo inevitable, Holden lleva sus cuestionamientos a otro nivel, siendo consciente que la vida adolescente ahora la ve con melancolía.

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Escrito por

Carlos E. Luján Andrade

Carlos E. Luján Andrade (1978) autor de El Comedio del Breñal (Mesa Redonda) y del poemario Soundtrack / Miles de Misiles, entre otros.


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